Se considera una piel sensible a una piel que reacciona de manera exagerada ante factores internos o externos que generalmente no afectarían a pieles normales, como, por ejemplo: el frío, la contaminación, el calor, el agua y ciertos productos. Los síntomas más comunes de una piel sensible es el enrojecimiento, purito, ardor o picor.
Se considera una piel normal a seca a una piel que no presenta brillo, tiene poros finos y ausencia de impurezas. A medida que este tipo de piel envejece, tiende a secarse más.
Se considera una piel mixta a grasa a una piel que presenta poros dilatados, presenta brillo ya sea en la zona T o en todo el rostro y puede presentar impurezas.
Las líneas de expresión y arrugas son los primeros signos del envejecimiento. A medida que envejecemos, y de forma inevitable, estos pliegues se van haciendo más evidentes debido a los cambios que se producen en las diferentes capas de la piel, las cuales generalmente están provocadas por la pérdida de elasticidad y tono de la piel.
Dependiendo de la edad y del tipo de piel que tengamos, deberemos usar unos productos específicos con el objetivo de darle a nuestra piel los nutrientes y vitaminas que necesita en cada momento.
Una rutina de cuidado facial es esencial para mantener una piel saludable y radiante. La clave es tratarla con productos dermocosméticos adecuados para tu piel. Para ello, debemos tener claro los pasos imprescindibles en una rutina de cuidado facial que nos ayude a mantener la piel cuidada y preparada para combatir los agentes externos, y consiste en; limpiar, exfoliar, tonificar, hidratar y foto proteger.